Avanzó despacio, sumisa, La esperaba un abismático pozo. Estaba escrito en el Libro y así debería ser. Cubierta por una túnica negra. Nadie podía observar su rostro. Un público ávido de muerte. Negadores del deseo de morir por amor. La sentencia: ADULTERIO. Ejecutores con piedras en las manos. Dos hombres fuertes la introdujeron en una hoya. Afloraba solo su cabeza. Sonó la campana y una lluvia de trozos de la antigua montaña golpearon su entendimiento hasta que dejó de absoluto entender.
HUBO TESTIGOS DESDE LO ALTO.
Un inquisidor, célibe, la acusa por vicios de apostasía, ambición y
sensualidad: LIBIDO SIN NUPCIAS. Los hombres, con la fuerza en la
plenitud, al considerarse receptores absolutos de la revelación divina, juntaron
maderas y troncos muertos. Los asistentes, convencidos por una estipulada
justicia, celebrarían el acto. Solo uno, el verdadero advertido, señaló la
ausencia de culpa cuando empuñaron la primera piedra. Hicieron caso omiso del
antagonista hacia las reglas. Ardieron maderas con olores a antigua carne
humana. Al rato eran vestigios imposibles para engendrar nuevas vidas y
practicar el amor.
HUBO MASCULINOS CONVENCIDOS DE LA CERTEZA DE LA JUSTICIA
Los
carpinteros armaron un hermoso tablado. Alto, para que los presentes no se
perdieran el espectáculo. El juicio decía: ABORTO. La pobreza y la
miseria le destrozaron el instinto maternal cuando devolvió a la tierra su
fruto. Taparon su cabeza con un capuchón. El ejecutor, hombre probo, circundó
una soga al cuello.
La bajaron y
vieron que no era suficiente. Sobre una mesa. El doctor introdujo, con pericia,
una aguja en la vena cubital del brazo izquierdo. Un líquido ignorado pudo
mezclarse con otro displicente que aún circulaba en sus arterias. Se borró su
pasado.
APLAUDIERON TESTIGOS DESDE EL FONDO DE LA SALA
Después de aplicarle todo el tratado para extrañas ideologías, le ataron
sus manos y le vendaron los ojos. Un paseo. Una deferencia para la activista de
convicción de futuro y militante de la palabra y la conciencia. La subieron por
la escalerilla del avión. Mansamente engañada. Cuando el piloto chocó con las
primeras nubes, alguien dio la orden con un grito y el choque de dos talones de
la bota militar. Abrieron la puerta y la empujaron al espacio .MILITANTE.
El viento desparramó sus hermosos cabellos. El mar, perplejo, observó a la
extraña moradora. La última bocanada de agua salobre del océano la
adquirió como parte de él. Sus ideales se cubrieron de algas y de sal.
LOS TESTIGOS SE JURARON UN PACTO DE SILENCIO.
Alberto Fernández
Image by eko hernowo from Pixabay
Image by eko hernowo from Pixabay
Un recorrido por las injusticias y abusos sufridos por las mujeres, no importa el pegado que en cada caso se les impute. El varón es el juez poswedor de su verdad. ?cesará esto alguna vez?. Pilar
ResponderBorrarTremendo, conmovedor y sobre todo verdadero. Cuentas muy bien, con presiciòn y claridad nuestra historia, la de las mujeres. Gracias.
ResponderBorrar