
El entorno los
registraba a cada momento, no desistía de mirarlos. Animales de pastoreo no
hubieran permitido detenerse y hacer el amor en su mesa de comida. Era urgente
marchar para consagrarse.
Primavera. Las
flores seleccionaban a quienes las visitaran hasta hallar un hermoso
fecundador: por su belleza o su talento. Lucir colores para atraer la ansiedad
de la glucosa.
Ella rodeada de un
hálito de futuro. Sábanas perfumadas de lavanda, bebés libando de sus pechos
junto al regalo de su calor de vida.
Él se mantuvo en la
ceremonia hasta el final, por respeto, por tradición, hasta que un impulso de
la naturaleza lo condujo a su burdel habitual. Allí se confesó y comulgó hasta la madrugada hora en que se satisfacen las
angustias o se exacerban los deseos.
Ella lo aguardó
envuelta en sus sábanas blancas de hilo perfumadas.
Alberto
Fernández
No, no, no somos iguales los hombres y las mujeres, sobre todo ciertos hombres. La mujer es ternura y la busca, el hombre no satisfecho no tiene tiempo para la ternura. Ella tendrá sus sábanas blancas y sus hijos, él puede dárselos, pero la ternura...
ResponderBorrarBuenísima tu síntesis, Alberto, de carencias y deseos.
Pilar.