lunes, 8 de julio de 2019

Hay soledad - María Zulema Chervaz


“Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.”

César Vallejo


La tardecita se ha puesto triste. Mi mano tiembla al colocar la llave en la cerradura de la puerta de calle. Sé que voy a entrar y nadie saldrá a recibirme. La casa está sola, apagada. Mi corazón, apretado, cansado de caminar, sin volar como hace tiempo.
Recorro las habitaciones llenas de muebles y diferentes objetos que aún permanecen allí. Cada uno me habla de alguien o de todos. Llego a la churrasquera. Gigante. Demasiado, para mi gusto. También allí encuentro el silencio. Está vacía…
El hogar se puebla de bulla, de niñez, del verde de gran cantidad de plantas, muchas con flores que forman arcos iris de colores, mezclándose unas con otras. Los niños corren de aquí para allá, jugando a la mancha, a la rayuela, a la ronda, a la pelota. Van llegando los hermanos, cuñados, sobrinos, nietos. Todos con algunas fuentes envueltas en repasadores impecables. Traje esta torta, Susana; Yo, unas empanadas; Aquí hay algo para picar; Aquí tienen… ¡También yo…! Y así sigue la algarabía. Susana, la Nona, prepara la larga mesa con manteles planchados que huelen a menta. Los platos blancos, los cubiertos de acero inoxidable, los vasos de vidrio, van siendo colocados con esmero.
El Nono atiende el asado. El fuego chisporrotea y el olor a leña quemada impregna el ambiente. Los comensales esperan las exquisiteces entre risas, bromas, cuentos, anécdotas. Ni te imaginás las noticias que te traigo; Imagino que no te vendrás con alguna necrológica; Escuchá, si lo hace siempre; Bueno, pero que se venga con alguna buena; Pará, pará, esta vez es un chisme; ¡Eso está bueno! Y las risas de las mujeres se hacen eco entre los árboles del gran patio.
La mesa redonda de hierro y mármol está ocupada por los varones que juegan al truco, en tanto pican quesos y salames de diferentes gustos, acompañados del vino que no falta.
¡A comer! ¡Vamos, vamos! ¡El asado se pasa! Todos apuran el paso, los chicos dejan sus cosas tiradas ahí donde juegan, para volver más tarde, después del helado que ha hecho la Tía, postre preferido de los más pequeños.
La mesa reúne a muchos en alegría que se repite cada domingo. En realidad, no es la mesa. Son los Nonos. El poder de convocatoria les nace de su generosidad, de las manos siempre abiertas al otro, hospitalarias, que han hecho de la casa cobijo para quien pase por ella.  
Otra vez escucho el silencio. Las lágrimas corren por mi rostro limpiando mi congoja. El Nono no está. La Nona se fue, siguiendo sus pasos. Junto con ellos se han ido la bulla, las noticias, el verde, la niñez. Las plantas lucen secas y quebradizas; los niños ya son mujeres y varones que, a su vez, tienen sus propios niños.
Hay algo quebrado en esta tarde que baja y que cruje en mi corazón. Es la presencia que se ha hecho ausencia dejando mi corazón de a pie…
María Zulema Chervaz


Imagen de StockSnap en Pixabay

1 comentario:

  1. Me has hecho recordar mis visitas a la que fue casa de todos y quedó vacía. ¿ porqué duele tanto el recuerdo de lo que se fue, porqué las escenas alegres recordadas nos ponen tristes ?

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