Quise imitar el soñado destino de mis amigos y tras un largo viaje, por fin, quise ver las maravillas que, continuamente, me contaron. Mi ansiedad quedó satisfecha al pisar las pulidas baldosas del Aeropuerto. Para mi vuelta debía escribir todas mis sensaciones. Así lo hice.
A pesar de haber nacido en este planeta Tierra, yo
allí, era otro. Las putas me rechazaban por creerme circuncidado.
—No eres cristiano, no hay sexo.
También en ocasiones era negro, tal vez por mi tez
morena.
—No hago con negros.
‘’La democracia se sustenta en la identidad’’, pintado
en carteles y pancartas. Yo no era idéntico, me faltaba mucho para serlo.
Preguntaba en esquinas, bares, cómo ser semejante y
nadie me respondía.
—Perdone señor, el reglamento no me permite hablar con
extraños —me contestó el policía.
El chofer del taxi me pidió documentos, le respondí
que no tenía.
—Entonces baje. No puedo transportar indocumentados.
Cuando quise trabajar, el patrón me dijo:
—Sí, pero no podrá salir del Taller.
—¿Y dónde duermo?
—En el galpón, con los otros.
—Entonces, ¿acá hay otros?
—Quise decir con los demás. Los unos están en la
banca, en la política. Usted no nos entiende, la identidad es primordial,
no existiría esta gran Nación sin ella.
Comíamos allí carne molida geometrizada traída del
‘’come y vete” más próximo. Todos éramos los otros.
Cuando salí de allí caminé por anchas calles. Entré,
con la esperanza de respuestas, en un edificio que parecía un templo. Un
hombre, en jean, salió a recibirme.
—¿Desea saber algo de nuestra congregación?
—Mi problema son las dudas —dije.
—El único ideal que aclara las dudas es la Fe, mi
querido hermano.
Fue el único que me dijo hermano. Me entusiasmó.
—Dios nos hizo a todos iguales, pero en este país nos
permitió diferenciarnos a través de ÉL.
—Y, ¿en qué se diferencian?
—Hay muchas diferencias: negros, ácratas, judíos,
musulmanes.
—¿Quién lo determina, quién es ÉL?
—Obispos, políticos, jueces, todo el poder. No es lo
mismo si eres católico, apostólico, romano que disidente, o judío o musulmán. O
negro. Rico o pobre.
Al salir encontré un negro. Cuando le pregunté él que
era, me dijo, con cierto orgullo: Yo soy afroamericano y usted. Le contesté que
yo era italohispanoargentino. Mi ‘bloodline’.
Crucé la frontera, invisible pero real, con destino
hacia algún sitio donde solamente hubiera seres de la raza humana. Hombres o
mujeres, daba igual. ‘’Los unos y los otros’’. Cada uno con su personal mochila
de ideas.
Alberto
Fernández
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Me has hecho recordar el Extranjero de Albert Camus, unos condenan lo que hay de diferente en los otros, partiendo siempre de la excelrncia de lo propio.
ResponderBorrarEn fin, Alberto, sólo podemos soñar con esa utopía. Espero que haya un reino donde todos seamos hermanos, como te dijo el cura.
Perdona Alberto, no sale mi nombre, soy Pilar.
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