lunes, 11 de marzo de 2019

El regreso - Jesús Reinaldo Castillo Frau


Se estremeció cuando el carro militar se detuvo frente a la casa. Alejandro le había anunciado en la última carta su regreso en abril, mes previsto para la boda. Pero aún faltaban dos meses. Quizás por sus méritos le habían anticipado el fin de su misión, pensó. Lo vio descender con dificultad y corrió a su encuentro.
—¡Amor, qué sorpresa! ¿Estás herido? —dijo después del abrazo y el beso con cierto desgano de él.
Se encaminaron hacia la casa. Una mujer los esperaba en el umbral con los brazos abiertos, una sonrisa y un grito de alegría. Un chico de unos trece años irrumpió y se unió al nudo del regreso. Entraron. El chico no apartaba los ojos de las medallas que relucían en el uniforme militar. Un hilo acuoso brotaba por un extremo de sus labios mientras se lo imaginaba en la bruma de la pólvora y los rumores del combate. Iba a decir algo, pero la mujer le enjugó la secreción, y dijo:
—Tu mamá se habrá maravillado, aunque estés más delgado y haya más tristeza en tus ojos. La guerra es dura y lejos de la familia. No sé cuántas cartas te hizo Patricia. Tuyas llegaron unas pocas. Si vieras el cuarto para cuando se casen. Ven.
Él no respondió, bajó la cabeza y se dejó caer en una silla.
—Te ayudamos —continuó la mujer ofreciéndole una mano—. Ven.
—No insistas, mamá.
La mujer temió que algo grave escondía. ¿Las secuelas de otras heridas? Por eso su frialdad y tristeza. Sé cómo fue la despedida con Patri. Ella me lo confesó. Su padre no lo sabe. Es su  joya más preciada. Gracias a Dios que no la preñó. Ha regresado y parece otro. Siempre tan alegre y cariñoso. ¿Acaso la guerra mata los sentimientos? ¿Acaso aunque se vuelva, nunca se regresa? Sea lo que sea se tiene que casar.
—¿Mamá, qué pasa? —inquirió la hija.
—Nada, nada.
Tampoco para Patricia pasó inadvertida la tristeza e indiferencia del novio. Se lo atribuía a la guerra. Sus cartas traían olor a pólvora y añoranza. El amor sería el remedio que le iluminaría el alma. Ya no sería como la noche presurosa del adiós. Entonces sí su simiente germinaría como una semilla corazón en su vientre.
El chico hizo un gesto para quitarle la gorra, pero él le sujetó la mano, y dijo:
—No, no, por favor.
La mujer volvió a pensar, ahora con desenfado: "¿Qué carajo le pasa?  El niño está con su bobería, admirado por su llegada. ¿Será  que no habrá boda? ¿Otra mujercita en su camino? Allá también había mujeres y tanto tiempo sin coger. Quién sabe. Pero…"  
Se oyó el sonido de un claxon. Patricia corrió hacia la ventana.
—¡Es el carro militar! —exclamó.
Alejandro se puso de pie. Le revolvió los cabellos al chico, besó las mejillas de Patricia y de la mamá.
—Se me acabó el tiempo —dijo.
Las mujeres se miraron aturdidas; el chico lo abrazó y sintió algo en sus manos que no sabía expresar.
—¿Te vas tan pronto? —Inquirió la mujer, y continuó—: No vas a esperar aunque sea un café e invitar al compañero.
—No. Seria molesto para él.
—¿Quién es?
—De la guerra.
—No entiendo.
—Mamá, son cosas de militares.
El esbozó una sonrisa como quien quiere estar alegre.
La mujer del desenfado pasó al enigma. ¿Qué secreto  misterio escondía? La gorra enterrada ocultando la mirada.  ¿Acaso adquirió alguna enfermedad?  Esa tierra es de brujos. De allá trajeron la brujería, el grajo y se mezclaron con otros y otros y se armó tremendo ajiaco.
—Alejandro, hijo, estás aquí con los tuyos —dijo, y casi suplicante—: ¿Qué te pasa?  ¿Qué ocultas?
Él estrujó los labios, tratando de evitar  la fuga de lo que no podía decir.
—Me tengo que ir. Ese ha tenido demasiada paciencia. —dijo, y se encaminó hacia la puerta.
—¿Es tu jefe?
No pudo más, y dijo:
—Es el señor del  mundo, de las sombras…
La mujer se persignó y lo vio alejase renqueando hacia el carro militar.

Jesús Reinaldo Castillo Frau


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5 comentarios:

  1. De la guerra no hay regreso, aunque se vuelva... Qué triste, Jesús, pero tan real.

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  2. Qué gusto leerte de nuevo, Jesús. Poético y misterioso. Alejandro tenía un permiso breve para despedirse, debía volver al reino de las sombras y por la tristeza, no parece que vuelva a gusto. Muy bueno,muy propio de tu.
    Pilar.

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  3. Me alegró volver a leerte. No hay duda que este cuento tiene tu estilo enigmático y tan particular. Final contundente y desgarrador, sin duda.
    Un abrazo.

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  4. ¡Querido Jesús, qué lindo encontrarte nuevamente en tus enigmáticos cuentos! Coincido con Martha respecto del final. Excelente. Un abrazo muy grande. MARITA.

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  5. ¡Querido Jesús, qué lindo encontrarte y poder leerte en este sitio! Me ha gustado tu enigmático cuento; coincido con Martha respecto del final. Te felicito. Un abrazo grande. MARITA.

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