sábado, 2 de marzo de 2019

Nube de arena - Onésimo Andrade M.

Hace cinco mil años, los Cronis, procedentes de la Galaxia Torne-58, recogían información sobre los diferentes planetas que albergaban vida. Analizaban la evolución de sus habitantes y la posibilidad de extraer el silicio, elemento indispensable para la supervivencia en Cronistafe. 

Se dirigieron a Gea, un planeta nunca antes visto. No hubo contacto directo; sus naves nodrizas volaron sobre las ciudades. Por primera vez sus habitantes se maravillaron al ver, en el cielo, naves espaciales de diferentes formas. 

En Gea, las artes, los tratados sobre matemáticas, astronomía, agricultura, se habían desarrollado a un ritmo acelerado; sus habitantes eran superinteligentes y la causa para haber llegado a ese nivel estaba en la utilización del papel, en el intercambio de la información, el apoyo de los diferentes gobiernos a todas las actividades científicas. 

El conocimiento estaba contenido en millones de libros. Cada metrópolis tenía una inmensa Biblioteca, donde llegaban los ejemplares desde diversas partes del planeta.

En Cronistafe, analizaron la información. El Presidente del Consejo Galáctico impartió la orden de invasión a su asistente Kesek-21.

Fue en una noche de octubre, cuando la lluvia de estrellas Oriónidas hizo su aparición. Destellos de varios colores iluminaron el espacio; camuflados entre éstos, miles de pequeñas cápsulas. Al tocar la superficie en Gea, cada una liberó a dos microorganismos que comenzaron a propagarse con la brisa: el primero, parecido a la bacteria Arquea; el segundo, un virus que modificaría el ADN de sus habitantes.

Muy pronto observaron cómo los libros en las bibliotecas eran consumidos por la nueva bacteria. Aunque se hicieron estudios para su eliminación, los resultados fueron ineficaces. El trueque y las transacciones con monedas era lo que reinaba. Por doquier se escuchaban gritos de maldición contra los dioses y Gobiernos exigiendo solución.

La siguiente generación comenzó a nacer muda, nadie podía dar explicación. Las protestas con elementos que emitieran sonidos sucedían sin descanso. 

La angustia reinaba en la población. Entonces, el lenguaje de señas se masificó.

–Señor Presidente, la primera fase ha dado resultado –dijo Keske-21.

–Termine la misión.

Sorpresivamente aparecieron cientos de naves surcando el espacio en Gea. La más grande aterrizó y por una rampa, bajaron robots de cinco metros de altura. Llamaba la atención sus vestidos, parecían estar cubiertos con leds de diferentes colores. Hubo enfrentamientos, batallas; los invasores tenían rayos cónicos que emitían un sonido de alta frecuencia y, al mismo tiempo que los habitantes de Gea acercaban sus manos a los oídos, perdían el conocimiento. Luego, al despertar sus reacciones eran iguales a la de los zombis. Los invasores les hablaban mediante telepatía, les hicieron saber que ellos fueron enviados para colonizarlos. Ante su impotencia los de Gea, se rindieron. 

Los Cronis determinaron que los desiertos eran los puntos claves para la concentración de humanos. Entonces, se inició el proceso de abastecer las naves. El ambiente se fue rodeando de una gran nube de arena, a los esclavos se les hacía difícil respirar; para contrarrestar tal acción comenzaron a usar rudimentarias máscaras. El sudor, el cansancio y el hambre fueron diezmando la población.

Una parte de los moradores se refugió en cuevas; desde allí comenzaron las investigaciones para obtener su libertad. No podían utilizar el papel, solo delgadas láminas de cobre.

Una supertormenta solar se hizo presente, nunca había sucedido en miles de años. La gigantesca explosión electromagnética generó corrientes eléctricas que se expandieron repentinamente por las líneas de conducción eléctrica; los transformadores estallaron.

Los invasores comenzaron a desplomarse delante de los asustados habitantes. Las naves alienígenas caían del cielo como meteoros envueltas en llamas.

Millones de años después, una mujer de Gea, con el torso desnudo, senos erectos, se apoya en el hombro de su compañero, luego apunta con su dedo hacia la iluminada bóveda celeste. Al mismo tiempo que sonríe, se escucha:

“Ogg, uhh, uh, oggu…”.

Onésimo Andrade M.

Imágenes de Monsterkoi (libro) y de pixel2013 (paisaje), ambas en Pixabay

1 comentario:

  1. Qué fantasía desbordada, me siento abrumada por lo que puede que me depare el futuro, aunque ya veo que la tecnología no siempre vence.
    Pilar.

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