viernes, 2 de noviembre de 2018

¿Cuándo dejaron de verse? - Graciela Alemis


¿Cuándo dejaron de verse?
La pregunta le aparece de golpe al abrir los ojos a la madrugada.  Hacía mucho que no pensaba en él.
¿Cuándo?
Trata de saber si fue un sueño que lo trajo a su memoria. No está segura. Pero la pregunta está hecha, la obliga a recordar y las imágenes comienzan a aparecer.

¿Seis años?
Se sienta en la cama. Enciende la lámpara para ver el reloj. Son las cinco de la mañana. Faltaban dos horas para levantarse y comenzar el día.

¿Cuándo?
No puede calcular una fecha precisa. Cierra los ojos y aparece una escena. La de esa noche en que tuvo que esperarlo más de lo que estaba dispuesta. No era la primera vez. Algo había comenzado a cambiar porque tuvo la certeza de que no sería la última. Antes nunca lo había visto de esa manera, siempre tenía la esperanza de que todo fuera diferente.  Decidió ir al cine sin él. Recuerda cómo se sintió al bajar sola por el ascensor, supo sin dudas que así sería a partir de ese momento.  Al entrar en el cine apagó su teléfono. Cuando salió  lo encendió y vio el registro de tres llamadas perdidas. Eran del él. No lo llamó hasta que volvió a su casa, quería que se preocupara. Simplemente deseaba que por lo menos estuviese inquieto unas horas, sin saber dónde había ido.

¿Dónde estabas? Te estoy llamando hace tres horas.

Fui al cine. ¿No era lo que íbamos a hacer?

Recuerda el comienzo del diálogo. El resto no. Sí, tiene presente el dolor en la garganta.  Como si algo le oprimiera el cuello y no la dejara hablar.  Del otro lado del teléfono él se disculpaba con excusas que ya había dicho muchas veces antes. Y ella, sin poder responder. El nudo que sentía en la garganta le hacía brotar lágrimas y no poder hablar.

¿Cuándo dejaron de verse?
Unos días después de la noche en que ella fue sola al cine, él fue a su casa. Esa fue la última. Cree. O tal vez no. Él llegó con una botella de vino para cenar, como lo hacía cada jueves. Ella no tenía nada preparado. Estaba  cansada, no había dormido bien las últimas  noches. Tenía un dolor en el pecho que desde hacía tiempo la despertaba cada dos horas y la obligaba a levantarse, tomar agua, abrir la ventana, respirar el aire frío y esperar hasta que el dolor desapareciera. Estaba preocupada. Esa misma tarde había llamado al médico para que le recetara algo para dormir. Recuerda que en esos días solo quería dormir.  

Le abrió la puerta y él quiso besarla. Ella lo rechazó.

¿Qué te pasa?
Me voy unos días. Le dijo.

¿A dónde?

No sé.

¿Cuándo lo decidiste?

Ahora.

¿Y por qué?

Quiere repetir la continuación de ese diálogo absurdo lleno de reproches pero no puede. Su memoria parece haber olvidado todas esas palabras repetidas cada vez que se veían en esos últimos tiempos.
¿Fue esa noche que dejaron de verse?

Ella pidió una licencia en su trabajo y se fue a la playa. Era invierno. Quería estar sola, lejos. Se fue en auto. Manejar le haría bien. Se hospedó en un hotel frente al mar. Avisó a un par de amigas donde estaba y apagó el teléfono.
Piensa en esos días y le aparece la palabra limpieza. 

El hotel estaba vacío. La playa también. Nadie con quien hablar. Era lo que necesitaba. Para limpiarse de él. ¿Tanto lo quería? Se preguntó muchas veces mientras caminaba. Tanto, que tenía que sacárselo del cuerpo, del pensamiento, del alma, porque le estaba haciendo daño. Eso no era amor, se decía. El amor es otra cosa. Ella quería esa otra cosa. No le sería fácil extirpárselo. No verlo, no llamarlo, no esperarlo. No quererlo. Caminó, lloró, gritó, insultó, durmió a fuerza de pastillas. Pero al volver ya sabía que hacer . Lo llamó por teléfono y le pidió que fuera a su casa. Él dijo que no podía, que tenía que acompañar a su mujer a un médico o algo así.

¿Cuándo dejaron de verse?
Tal vez mucho antes de alguno de esos últimos días.

Dejaron de verse cuando el amor se transformó en algo desparejo, inadecuado. Fuera de tiempo. Cuando la palabra amante tuvo el peso exacto y estuvo puesta en el lugar correcto. Cuando ella comenzó a darse cuenta de que ese no era el tipo de amor —si a eso podía llamarlo amor— que esperaba.
El despertador suena. Lo apaga. Pasaron dos horas desde que se despertó. La respuesta encontrada la tranquiliza.

Ahora se levantará, irá a trabajar, saldrá de la oficina y seguramente se encontrará con  alguna amiga para tomar algo, volverá a su casa, se preparará la cena, leerá un libro y se acostará como todas las noches, preparará el reloj para que suene, como todos los días a las siete. No pensará en él, no pensará en nadie. Simplemente sabrá que aquel amor terminó el día en que dejaron de verse a los ojos y reconocerse, hace ya tanto tiempo que ni recuerda cuando fue. 

Graciela Alemis



5 comentarios:

  1. Un gusto leerte después de tanto tiempo
    Abrazo grabde

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  2. Recordaba este relato, Graciela, me impresionó entonces y ahora la delicadeza de ese calendario triste. Me alegro de haberte vuelto a leer.
    Pilar.

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  3. el dolor de la ausencia descripto en el cuento es acorde a la realidad que vivimos a diario. Es preciso recordarlo en la Literatura como lo has hecho en tu relato. Magnifico. Alberto Fernandez

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  4. "Simplemente sabrá que aquel amor terminó el día en que dejaron de verse a los ojos y reconocerse, hace ya tanto tiempo que ni recuerda cuando fue." Qué lindo. Me encantó leerte.

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