Entró apenas abrieron la galería. A esa hora existían pocas posibilidades de encontrarlo. Luego de la larga velada de inauguración estaría durmiendo. No deseaba verlo, pero el catálogo del Museo anunciaba que la exposición incluiría esta vez la que el pintor consideraba su obra más preciada: la "Maja azul". "El sueño de una vida plasmado en el lienzo", añadía. La curiosidad junto a un sentimiento de íntima satisfacción terminaron irremediablemente por convencerla y allí estaba.
Con el anuncio en el catálogo llegaron los recuerdos. Primero, España, el Museo del Prado, la maja desnuda de Goya. El éxtasis, la fascinación frente a la pintura, la agradable sensación de su barba sobre su nuca. Apasionado susurro en su oído "se parece a ti”... Te pintaré desnuda”.
Trató durante mucho tiempo. No resultó buena posando. No lograba quedarse quieta. Entonces se le ocurrió usar una fotografía. Las largas sesiones en casi toda posición imaginable resultaron en cientos de fotos. Luego los bocetos, uno tras otro... descartados. Ninguno suficientemente bueno.

Ahora le llega también el recuerdo de la ruptura. El dolor de perderlo, la desesperación, la propia obsesión por su regreso. Toda una vida de amor terminada en una noche, un adiós sin esperanzas.
Depuso sus recuerdos. Se desplazó despacio hacia la sala de exposición. Miró atentamente hacia todos lados. Las otras pinturas salieron a su paso. Disfrutó cada una. Quería llegar con naturalidad hasta la Maja. Eso le ayudaba a contener o al menos disimular su emoción.
Al fin. Allí estaba. Indescriptible. La mujer desnuda flotaba sobre un lecho azul lleno de elementos tomados de Goya, Cavalier, Giovanni, perfectamente armonizados con ese su modo tan personal de representar la imagen. Lleno de detalles, como un poema. La cabeza ligeramente arqueada y girada hacia la izquierda, la larga cabellera negra como bandera, la piel trigueña, los pequeños senos, las caderas estrechas, los ojos pequeños de párpados hinchados en un rostro de boca carnosa.
Se estremeció. El cristal del cuadro le devolvió su propio reflejo. Cutis blanco, pelo rojo, ojos grandes, labios delgados, amplio pecho. Una dolorosa sensación de haber sido nuevamente traicionada se apoderó de ella.
Se hubiera entregado al llanto pero otro recuerdo se sobrepuso a los anteriores y la regresó a la segunda vez que vio la "Maja desnuda". Esta vez en el Louvre de París, la exposición itinerante de Goya. Su compañero de entonces, fotógrafo profesional, un verdadero artista del lente, abrazándola emocionado por la espalda, le susurró, muy bajo, en la oreja: "se parece a ti... te fotografiaré desnuda...". Nunca comprendió su rotunda negativa.
Sonrió. Celebró junto a otros espectadores la belleza del cuadro. Se alejó pensando que entre hombres y mujeres no hay verdadera intimidad, que para los hombres toda mujer desnuda es una maja. Y todas creemos de verdad ser para ellos, la maja desnuda.
Hilda Vélez
TODO LO TAPADO ES LO MAS DESEADO. EL GOYA NO ES UNA FOTO DE VEDETTE, NI TAMPOCO LUJURIA. ES ARTE, ES BELLEZA. ALBERTO
ResponderBorrarAsí también lo entiendo yo, como arte. Y también hay arte en la fotografía.
ResponderBorrarEs arte y amor y traición .Porque acabo nolapintó a ella? A cuantas mujeres tuvo cómo modelo maja? Escuece el recuerdo a través del tiempo y del arte.
ResponderBorrarMuy bueno