Cada noche,
Tania sueña que alguien robó su reflejo en el lago y cada mañana, al despertar,
se busca ansiosa en la ciudad sumergida que, fiel al papel de espejo que le ha
sido encomendado, le devuelve la imagen de su belleza cansada, del desorden
rubio de sus cabellos, de sus ojos escrutadores. Tania se mira y pregunta a su
doble invertida qué hace ahí, repitiendo sus gestos, ¿acaso te burlas o no
sabes hacer otra cosa que imitarme? Pero cómo todas las otras veces, la mujer
que vive en el lago mueve los labios para formular las mismas preguntas, repite
el gesto de frustración de Tania y va abandonando su puesto en el mirador de la
casita, a medida que la mujer real se dirige al interior de la suya para
preparar un café; el que tomará asomada al balcón, mientras contempla como la
otra bebe en una taza pareja de la suya, el mismo café endulzado con los dos
terrones, que ella acaba de poner en su taza.
En Valdrada
todos se saben imitados por los habitantes de la ciudad espejo, pero están tan
hechos a ello que lo olvidan muchas veces y viven su propia vida ajenos a la
mímica de sus personajes inversos.
Tania es
distinta, desde niña sintió una gran curiosidad por la Tania de agua y el paso del
tiempo no ha hecho más que ahondar el misterio y aumentar sus interrogantes ¿Es
que nadie se pregunta nada en el mundo de ahí abajo? ¿Piensan en lo que hacen?
¿Hacen todo sin pensar? ¿Se cansan cuando yo me canso? Si yo me marcho, ¿vendrá
ella conmigo?
La mañana es
todavía una promesa. Un amanecer amoratado, roto aquí y allá por la primera luz
del día que se mira en el lago. La calma es total. Cuando Tania pone un pie en
el agua, pequeñas ondas se repiten sobre la superficie quieta. Ella camina muy
despacio, siempre guiada por el reflejo de la puerta que dejó abierta al salir.
Nadie va a cerrarla. Tania entra en su casa sumergida y mira hacia la otra, la
real. Allá arriba continúa la puerta abierta pero nadie se asoma por ella. Es
la primera vez que Tania no tiene réplica. Mira en todas direcciones esperando
encontrar su imagen; mueve los brazos, se contorsiona… nada.
Todos duermen en
ambas ciudades. Todos menos Tania, que espera impaciente que alguien despierte allá
arriba para que se avive el espejo que ahora la atrapa, tal vez entonces
recupere su reflejo…
Tania encontrará
respuesta a todas sus preguntas, pero deberá pagar un alto precio por ello. La
mujer ha roto el equilibrio de las ciudades gemelas. Ahora falta una sombra. La
suya.
Anhelaba penetrar
en el misterio del lago y en ello está, pero ya siempre andará sola, rodeada de
reflejos ajenos.
Pilar
Galindo Salmerón
Ne encanta como todo lo que escribes. Cada vez mejor que la anterior.
ResponderBorrarBelleza de cuento. Me gusta el estilo. Alberto
ResponderBorrarEs la parábola que nos define, ya qué todos morimos buscándonos intentándo saber quién somos.
ResponderBorrarEscrita con un lenguaje poetico precioso y preciso.