“Dónde ha quedado el tiempo
de la inocencia
la mezquindad del hombre
la desintegra
y los juegos de rondas
ya no se encuentran”
(“Dónde ha quedado el cielo”,
Jacinto Piedra y Peteco Carabajal)

A medida que me fui durmiendo, las imágenes oníricas
poblaron mi psiquis. En realidad, mi todo. Se entremezclaron alegres, graciosas,
coloridas. La tardecita primaveral expandía sus perfumes. El tibio sol
acariciaba con sus tenues rayos. En los frondosos árboles, miles de aves se
dejaban oír con sus gorjeos de diferentes tonos y timbres, acomodándose para la
noche.
Las veredas de las casas de una ciudad dibujaban
rondas y más rondas de niñas, que daban vueltas tomadas de las manos, entre
cantos y risas. A la ronda de San Miguel, el que se ríe se va al
cuartel…; Sale el sol, sale el sol, en la puerta de mi casa…; Arroz con leche,
me quiero casar…; La farolera tropezó y en la calle se cayó…
Más allá, en un pequeño descampado, los niños
gritaban Gooooooooooooooooollllll corriendo detrás de una
pelota de fútbol. Eran muchos. De todo tipo. Los había morochos, rubios, bajos,
altos, gordos, delgados, ricos, pobres… Todos jugaban e iban detrás de un único
objetivo: meter la pelota en los arcos. Cada vez que ocurría, el festejo era
incontenible y los abrazos se sucedían uno tras otro.
Un grupo más pequeño, en una esquina del campo de
juego, intentaba remontar un barrilete hecho con los colores de su equipo
favorito. Cuando lo lograron, gozaron el movimiento de la cometa, llevada por
la brisa de un lado al otro, y corrían tirando del hilo que la sostenía.
De repente, las niñas callaron. Se escuchó decir a
una con voz muy fuerte: Juguemos al “pido”. No se llama “el
pido”, se llama “la mancha”, corrigieron otras. Aclarada la expresión,
todas aplaudieron y comenzó la gran corrida. Previamente, habían seleccionado
un tronco de un florido árbol, indicando: Éste es el “pido”. Entre
gritos de algarabía iban de aquí para allá, esquivando a la que tenía el turno
de correrlas, tocarlas y gritar ¡Mancha! para ir eliminando
del juego a las que más podía. Una de las niñas corrió hacia el árbol, puso su
mano en el tronco y con voz potente gritó Pido “pido”, estoy muy
cansada…
En ese momento, me desperté… Como si el grito de la
niña fuera el mío propio. Tal vez lo era. Tal vez era el de la niña que hace
tanto ha dejado de serlo… Tal vez era el de la mujer adulta cansada de tanta
cosa fea de este mundo…
Con los ojos abiertos y la congoja contenida,
comencé a analizar la realidad. Razoné que existen millones de personas que
obran el bien en silencio y que, otras, provocan guerras, hambre y roban los
más elementales derechos humanos a las demás. Fundamentalmente, roban la
inocencia a nuestros niños…
Deduje que el grito Pido “pido” era
el mío y el de tantos que, como yo, ven desmoronarse ideales, valores,
utopías…Pido “pido” a la injusticia, a la incomprensión, a la ignorancia, a la
miseria, a la muerte, a la intolerancia, a la corrupción, a la mentira, en fin,
a la deshumanización. ¡Estoy cansada!
Tarareé mentalmente la zamba “Dónde ha quedado el
cielo” y, adormeciéndome otra vez, me dije que no se deben perder las ilusiones
ni las esperanzas de un mundo mejor. Anhelé que mi sueño continuara…
María Zulema Chervaz
GLOSARIO
El pido: Lugar previamente establecido por los niños en el
juego de “la mancha” para tocar y pedir descanso. En ese momento, el niño que
está tocando “el pido” no participa del juego hasta que sale de allí.
Cometa: Sinónimo de “barrilete”.
Todos deberíamos requerir el PIDO aLBERTO
ResponderBorrarRecuerdos de una infancia perdida, que vienen al sueño para pedir que todo pare y empiece mejor.
ResponderBorrarYo le llamo a eso " que se pare el mundo que me quiero bajar "
Ojalá no perdamos del todo las ilusiones.
Pilar.