“Vi tumbas… En todas ellas creí ver escrito este
epitafio:
Tu “Hoy” ha sido mi “Ayer”;
Mi “Hoy” será tu “Mañana”;
De mi “Ahora” has de aprender.
¿Qué fue, di, mi amanecer
De arrebol y claridad?
¿Qué fue mi felicidad?
Conjunto de falsedades;
Vanidad de vanidades;
Todo ha sido “Vanidad”.
Teodoro Chervaz
¡El tiempo! ¡El tiempo! Tema que siempre la había
preocupado. Tanto como la cuestión de la libertad. Nunca supe por qué para
ella eran tan importantes…
¿Qué es el tiempo? Se preguntaba. ¿Estoy yo pasando por
el tiempo o es él el que pasa por mí? ¿Quién es prisionero de quién? ¿Quién es
lento o rápido en este ámbito?
Sentía que los acontecimientos se sucedían en un
permanente círculo de pasado, presente y futuro. Ya está, el pasado no
me pertenece, se decía, ¡y pensar que hace milésimas de segundos
era mi presente!
Sus reflexiones profundizaban sin llegar a ninguna
conclusión. Ella lo consideraba imposible. Era muy jovencita y la vida ya le
había deparado sufrimientos que la ayudaron a madurar. Después de adulta,
agradecía a Dios haber sido probada de esa manera. En la fragua se forjan los
metales. En el dolor, las personas.
A pesar de sus años adolescentes, comprendía que,
sobre lo único que podía decidir, era sobre el presente, instante fugaz que se
convertía en pasado “¡ya!” y que abría un futuro, del cual sería responsable
según la decisión que tomara en ese segundo del que era dueña. Así, aprendió a
aceptar lo sucedido y a responsabilizarse por lo bueno o lo malo que hubiera
ocurrido debido a sus elecciones.
La muerte de su padre le había arrancado las
ilusiones vanas de soñadora con un mundo lleno de magia. La visita diaria a su
tumba durante el primer año de su ausencia definitiva, la enfrentaron a
realidades más profundas y, después de lágrimas derramadas en abundancia,
estuvo en condiciones de decidir la aceptación de lo irremediable y de
encontrarse preparada para darse cuenta de lo que importa y de lo que no
importa.
En esas visitas al Cementerio solía escribir. En
aquel entonces, ¡y hace tanto tiempo!, en su cuadernito de poesías propias de
aquella edad, dejó ésta:
Tiempo
Extraños e incomprensibles círculos
Se cierran sobre el humano…
Círculos concéntricos que sostienen un abismo
Círculos de horas, correr de tiempo,
Persiguen al hombre que, desesperado,
Trata, en afán loco, de detenerlos.
Pero… ellos continúan con su negro vértigo
Diciendo solamente: tiempo – tiempo – tiempo.
Minutos, segundos, que han pasado
Y que, por lo tanto, no son más que historia,
Acosan al débil ser que no ha logrado,
A pesar de su ciencia,
Impedir su avance, detener su obra destructora.
Pasado, Presente, Futuro…
Vuelven a repetirse en terrible eco;
Pasado que no vuelve;
Presente que se vive y que, al instante, desaparece;
Futuro desconocido…
Y… ¡De repente!
El presente es pasado,
El futuro, presente,
Para luego y, nuevamente,
Volver al pasado, entrar en presente,
Esperar lo futuro que no se comprende,
Y continuar en un círculo…
Vivir en el tiempo…
En ese algo etéreo
Que rige el Universo.
Seguir adelante, continuar corriendo,
Tratar de volar, de detener el tiempo,
Locura del hombre que no entiende
Que detener el tiempo es detenerse él,
Porque el hombre es cerrado círculo de Tiempo.
María Zulema Chervaz
Después de años transcurridos, de vida vivida, de esperanzas
renovadas, de alegrías compartidas, de dolores llorados, ha concluido: Sólo
soy dueña de este momento presente, el pasado ya no es y el futuro aún no me
pertenece; tampoco sé si me pertenecerá. Seré feliz y agradecida por este
instante presente.
tiempo, dolores angustias. Todo expresado en el cuento Alberto
ResponderBorrar¡Gracias, Alberto!
BorrarEl enigma del tiempo, Marita. Me has hecho volver a pensar que tengo que vivir el presente, en vez de recordar o imaginar el mañana. Me ha gustado mucho y me mueve a vivir hoy.
ResponderBorrarPilar.
triste realidad, nuestro efímero devenir... instaura la duda: si dejarse llevar, viviendo el presente, con su carencia de sentido alguno, sin oponer resistencia a lo que finalmente será la concreción de ese propósito nihilista inherente a nuestro existir; o si intentar forjar un rumbo, para así distraerse persiguiendo un ideal, haciendo de esta finalmente trágica experiencia, un viaje más tolerable.
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